sábado, 27 de octubre de 2007

AZUL OCASO MURIENTE

. . . y hallóse de pronto en medio de la pequeña inmensidad de ese campo pleno de vida portentosa, que a su espíritu se le antojaba un vergel metafórico por excelencia, con su enorme trozo ideal de horizonte, su belleza casi incorpórea, lírica y poética, y con su embriaguez de infinito inmensamente azul . . .
A esa hora hay en todas las cosas algo como de ritual, cual si poderosos sacerdotes invisibles oficiaran en la naturaleza, una liturgia cosmogónica y pagana, ante el inconmensurable santuario de la bóveda celeste. . .


Azul ocaso muriente

El día, con jadeante fatiga de labriego
tornasola el celaje de su último arrebol,
en tanto en la linde, con su perfil de fuego
sobre fértiles campos, dora las mieces el sol.

Atardece de a poco, y en cúmulos de tules,
pespuntea el ocaso, sus cendales al bies,
y a lo lejos fulgores remotamente azules,
galopan en la bruma, cual ciclópeo ciempiés.

Hasta el silencio todo, es un rumor silente,
camuflado siempre tras de lo inmaterial
y traslucida de cielo, se azula lentamente,
la gran bóveda celeste del cosmos sideral.

El turquesa en la hierba, y el zafiro del monte
en las charcas espejan pinceladas de añil,
y sobre el rojizo lomo de escarpado horizonte,
se deshojan las nubes como un lirio de abril.

Va muriendo la tarde, y en renovada magia
la noche que crece, cierne el aire en su tul
y de a poco la luna con plateada nostalgia
trepa lánguida al cenit, como un ángel azul.

DelsioEvarGamboa

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